Archivos Mensuales: May 2012

La realidad femenina novohispana y su realización en los conventos

Hemos mencionado que se vino  América a imponer los valores del viejo mundo, siendo muchos de estos paternalistas y misóginos.  Se llegó a considerar a la mujer como ser deleznable, que no hablaba “sino poco y malo, como mujer en fin” y a quien se encargaba “barrer todos los grandes patios…, cuidar de los braseros divinos”, “hilar y matizar las vestiduras sagradas” y “guisar las comidas”. (Sigüenza y Góngora, 1683)

Dentro de este ambiente de religión exacerbada se le exigieron a las monjas cuatro votos: pobreza, obediencia, castidad y clausura; todos relacionados con una vida interna, con una reclusión, con los espacios cerrados. La mujer habría de ser tomada como un ser inferior y pecador, al que había de cuidarse debido a su flaqueza de espíritu y a su proclividad al pecado. La valorización de la época consideraba a las mujeres calladas, vírgenes, obedientes y humildes como el ideal de la sociedad, y  como una manera de salvación y vía para llegar al cielo, así fue como el hecho de entrar a un convento o tener a una familiar en él se convirtió en símbolo de estatus y en una aspiración de la sociedad novohispana.

La idea de la mujer a inicios de la época moderna es la de una criatura incitadora al pecado cuyo fin es ser acompañante del hombre, un apéndice del mismo. Un ejemplo de la cosmovisión existente nos lo da Juan Luis Vives, en su libro de 1524 “Instrucción de la mujer cristiana”:

“Pero en la mujer nadie busca elocuencia ni bien hablar, grandes primores de ingenio ni administración de ciudades, memoria o liberalidad: sólo una cosa se requiere en ella y ésta es la castidad, la cual, si le falta, no es más que  si al hombre le faltase todo lo necesario”.

Debido a los valores exigidos a las mujeres los conventos y el hogar se convirtieron en los lugares perfectos para su realización. Sin embargo además de ser un espacio cerrado de aspiración y reclusión, también lo fue de melancolía y de clases. A él sólo podían aspirar españolas o mestizas ricas que pudieran pagar la dote requerida. En general el papel de las indígenas fue el de sirvientas.

La organización estaba supeditada a la observancia masculina, siendo así que las mujeres no ocuparon puestos altos en la sociedad, o si lo hacían siempre se encontraban bajo el mando y supervisión de un hombre. La idea de la mujer como ser inferior estaba enraizada en toda la sociedad, la misma Santa Teresa –modelo a seguir para la mayoría de las monjas- decía: “somos mujeres ignorantes y no sabemos más que hilar y hacer lo que nos mandan” (Duby, 2000).

So diversos los factores que contribuyeron a la consolidación de esta sociedad, encontrando entre los más importantes: a) las relaciones económicas (Nueva España vivió la etapa en la que se estaba realizando un cambio de sociedad feudal a capitalista, siendo esta última la que más predominaba); b) estructura u organización social y política de la sociedad, en donde encontramos a la familia, la clase social y el estado; y c) la estructura ideológica o vida espiritual de la sociedad.

Cada uno de estos subtemas se irá desarrollando en posteriores entradas, a la vez que se explicarán los conventos como espacios cerrados de melancolía, reclusión, aspiración como consecuencia de los ya mencionados factores.

Bibliografía

  • Sigüenza y Góngora, Carlos de (1683) Paraíso Occidental. México. CONACULTA.
  • Duby, George et.al (2000) Historia de las mujeres III: Del Renacimiento a la Edad Moderna. Taurus. España
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Los conventos de monjas en la Ciudad de México

En la estructuración de la Nueva España se hizo evidente la necesidad de educar a las niñas, ya fuesen las naturales del país o las mestizas; a las de raza española y a las nacidas aquí que estaban constituyendo la primera generación de criollas. Al mismo tiempo iba surgiendo la propuesta de trasladar a estas tierras todo lo que constituía la vida en la España católica.

En Nueva España existieron un total de 61 conventos de monjas, de los cuales 23 se ubicaron en la Ciudad de México, hecho que obvia su importancia tanto a nivel local como regional. A continuación se nombra cada uno de los conventos existentes en la Ciudad de México, así como la orden a la que pertenecían, a su vez se muestra un mapa actual con la implantación de los conventos en él. Se debe recordar que la Ciudad de México era radicalmente distinta, y que abarcaba prácticamente lo que hoy denominamos el centro histórico de la ciudad. De los 23 conventos sólo uno estaba fuera de esta área, se ubicó en los alrededores de la Basílica de Guadalupe.

Orden concepcionista

  • Real Convento de la Concepción
  • Regina Coelli
  • Jesús María
  • La Encarnación
  • Santa Inés
  • Nuestra Señora de Balvanera
  • San José de Gracia
  • Nuestra Señora de Guadalupe y San Bernardo

Orden Franciscana

  • Santa Clara
  • San Juan de la Penitencia
  • Santa Isabel
  • San Felipe de Jesús
  • Nuestra Señora de Guadalupe
  • Corpus Christi

Orden Jerónima

  • Convento de Nuestra Señora de la Expectación de San Jerónimo

Orden Agustina

  • Convento de San Lorenzo

Orden de Predicadores

  • Convento de Santa Catalina de Sena

La orden Carmelita Descalza

  • Convento de San José o Santa Teresa la Antigua
  • Santa Teresa la Nueva

La orden del Salvador en México

  • Santa Brígida

La compañía de María en México

  • Nuestra Señora del Pilar
  • Nuestra Señora de Guadalupe o Enseñanza Nueva

 

 

 Dónde deberían estar

Bibliografía:

Muriel, Josefina (1995). Conventos de monjas en la Nueva España. Editorial Jus. México.

* El mapa es elaboración propia y está basado en los datos obtenidos del libro de Josefina Muriel antes mencionado.

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La Ciudad de México novohispana y sus conventos de monjas: espacios de melancolía, refugio y reclusión.

  • La ciudad de México en la Nueva España

La historia de la Ciudad de México en la Nueva España se explica en parte por el modelo diseñado por la sociedad castellana de la que eran originarios los conquistadores que llegaron al Nuevo Mundo, sin embargo no se debe ignorar el hecho de que América no era un lugar inhabitado o sin historia, en el  que se pudiera llegar e imponer el modelo de vida esperado; sino que era un lugar en que  potentes civilizaciones eran poseedoras de su propio diseño de sociedad y en el que ya se encontraba establecido un sistema de organización (Morant, 2005). Este hecho dio especificidad a los fenómenos acaecidos en la Nueva España, y la diferenció tanto de España como de  las otras colonias en América.

Si bien Nueva España era diferente a España, también es verdad que se guardaban semejanzas, no tan sólo con ella, sino con el mundo Europeo en general. A nivel global la Ciudad de México entró en el proceso de intercambio de la época, comenzando así la constitución de la sociedad mundial que sirvió de premisa para el proceso de especialización que desde esos días se viene gestando. También a escala global se estaba experimentando un cambio  de sistema económico. Los países europeos se encontraban en transición del feudalismo al capitalismo, teniendo éstos ya muchas características de este último sistema.

La semejanza entre Europa y el mundo colonial también puede explicarse  a partir de la categoría de lugar. Es importante entender que los lugares comienzan a especializarse en función de la sociedad mundial, así al convertirse la Ciudad de México de la Nueva España en una de ellas, es decir al servicio de los intereses y necesidades de la vida europea, ésta comenzó a especializarse en los productos que Europa necesitaba, entrando así en un circulo de producción para exportación y no para consumo propio. Nueva España fue la gran dadora de riquezas a España durante los tres siglos que duró la Colonia.

Un rasgo que logró trasladar España a América fue la sociedad patriarcal. Ésta tuvo singular aceptación debido a que tanto castellanos como indios americanos coincidían  en ideas esenciales como la indiscutible autoridad masculina, la convivencia en grupos pequeños, compatible con la solidaridad de la parentela; y la unidad familiar como núcleo de producción, de reproducción, de distribución y de socialización (Ariés y Duby, 2001).  Sin embargo el nivel de misoginia presentado por ambas sociedades no era el mismo. En España se va a desarrollar una actitud muy represiva frente a la sexualidad. La repugnancia por el amor, por el deseo, por la mujer como objeto de pecado, son sentimientos que caracterizan a la sociedad española y católica (Mengal, 2003). A su vez a comienzos del siglo XVI, y como resultado de la reunificación política y religiosa de España, la iglesia católica comenzó  un proceso de reforma interna para solidificar las bases espirituales de la religión. Como resultado, el siglo XVI produjo algunas de las figuras más notables de la espiritualidad católica (Morant, p. 667).

El ambiente que se vivía en los siglos XVI y XVII en la Ciudad de México era de misticismo y melancolía. Ambientes creados por una exacerbación religiosa, y materializados a través de iglesias y conventos, mediante mujeres encerradas en sus hogares, identificada con calles escasas de figuras femeninas, o con alguna que otra tapada de cabo a rabo. Misticismo que provocó la fundación de instituciones como la Inquisición y melancolía que causó que muchas mujeres de la época se volvieran locas, y que sin embargo ellas creyeran que estaban sintiendo la “mano divina”. Así nos situamos en una ciudad en transición, con aspiraciones europeas, pero con una realidad muy distinta: una sociedad que pretendía ignorar su pasado, el cual si embargo vivía y se reproducía en ellos, y que fue el que logró dar especificidad a esta peculiar ciudad.

Bibliografía:

  • Morant, Isabel (2005) Historia de las mujeres en España y América Latina. El mundo  moderno. Editorial Cátedra. España.
  • Mengal, Paul (2003) Melancolía erótica e histeria. Revista de la Universidad del Norte, agosto, número 001. Universidad del Norte. Colombia.
  • Duby, George (2001) Historia de la vida privada II. Del renacimiento a la vida modera. Taurus, España
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